El cargo de Ministro de Hacienda es, sin duda, uno de los más complejos en el ámbito gubernamental. A menudo, se asemeja a la labor de un arquero en el fútbol: mientras que todos recuerdan los goles que le anotan, pocos valoran las atajadas que evitan una derrota. La reciente salida de Mario Marcel del gabinete ha suscitado un análisis profundo sobre su gestión y los desafíos que enfrentó durante su tiempo en el cargo.
La semana pasada, tuve la oportunidad de moderar una conversación en la Universidad de los Andes con Marcel, sin saber que sería su última aparición pública. Durante este encuentro, el exministro hizo un balance honesto de su gestión, reconociendo tanto los aciertos como los errores. Uno de sus logros más destacados fue la aprobación de la reforma previsional, un tema que ha sido objeto de debate y controversia en el país. Marcel, a pesar de las diferencias políticas, siempre mostró disposición para el diálogo y la búsqueda de acuerdos, un enfoque que aprendió del expresidente Sebastián Piñera.
En una de nuestras reuniones, junto al exministro Ignacio Briones, se discutió la importancia de encontrar consensos técnicos, incluso en un ambiente político polarizado. Marcel logró generar confianza entre los senadores de oposición, incorporando un enfoque técnico que permitió avanzar en la capitalización individual y la administración privada de fondos. Sin embargo, el camino hacia este acuerdo no fue fácil. La polarización política, alimentada por grupos de interés y campañas de desinformación, complicó el proceso. A menudo, aquellos que abogan por consensos técnicos son los mismos que, al no ver sus propuestas reflejadas, obstaculizan el avance.
En el contexto de su gestión, es importante destacar dos decisiones clave de Marcel que, aunque no recibieron el reconocimiento que merecían, fueron fundamentales. En primer lugar, su firmeza al frenar las propuestas de nuevos retiros de fondos previsionales, una medida que podría haber desestabilizado aún más el sistema. En segundo lugar, su decisión de mantener el ajuste presupuestario heredado del gobierno anterior, lo que permitió mantener una disciplina fiscal en un momento de alta presión de gasto.
Sin embargo, la promoción de un proyecto tributario en un periodo de alta incertidumbre económica y con una discusión constitucional en curso fue una de las sombras de su gestión. El rechazo a estas iniciativas llevó a que algunos analistas del mercado afirmaran que la reducción de la incertidumbre y el retorno de la confianza en la inversión se dieron «a pesar de Mario Marcel». La tardía priorización del crecimiento, que el propio exministro reconoció, se combinó con sucesivas alzas del salario mínimo, lo que resultó en un mercado laboral incapaz de generar empleos y una tasa de desocupación que alcanzó el 8,9%, niveles propios de contextos económicos adversos.
Marcel llegó al gabinete con credenciales sólidas en el ámbito fiscal, habiendo sido exdirector de presupuestos. Su presencia transmitió desde el inicio una señal de tranquilidad a los mercados. Sin embargo, esta confianza se vio afectada por errores en la estimación de ingresos fiscales, lo que provocó el incumplimiento de las metas en 2023 y, más intensamente, en 2024. Aunque en 2023 se podría aceptar parcialmente la dificultad de estimar ingresos debido a los desequilibrios heredados de la pandemia, en 2024 ese argumento perdió validez. Muchos agentes del mercado anticiparon con precisión el error en la estimación de ingresos.
Al finalizar nuestra conversación en el seminario, Marcel admitió que el incumplimiento de metas fue uno de sus principales «dolores». Sin embargo, también destacó que esto le abriría una oportunidad para trabajar en el cumplimiento de la meta fiscal del presente año y para entregar a la próxima administración un presupuesto 2026 compatible con un déficit estructural de -1,1 puntos del PIB. Esta será, sin duda, la tarea más inmediata que deberá asumir el nuevo Ministro de Hacienda, Grau.
La pregunta sobre si la presencia de Marcel en el gobierno evitó un desastre es afirmativa. Sin embargo, si se considera si esto fue suficiente para cumplir las expectativas ciudadanas, la respuesta es negativa. La política exige resultados concretos para atender las prioridades, como lo hizo en la reforma de pensiones, pero dejó pendientes importantes en materia de crecimiento económico, recuperación del empleo y cumplimiento de metas fiscales.