El próximo sábado 6 de septiembre, muchas familias en el país se preparan para adelantar sus relojes una hora, marcando el inicio del horario de verano. Aunque este ajuste horario puede parecer insignificante, los expertos advierten que puede tener repercusiones significativas en la salud física y emocional de los niños, especialmente en aquellos que son neurodivergentes. En este artículo, exploraremos cómo el cambio de hora puede afectar a los más pequeños y qué medidas pueden tomar los padres para mitigar estos efectos.
**Efectos del Cambio de Hora en el Comportamiento Infantil**
El cambio de hora puede provocar una serie de reacciones en los niños, que van desde la irritabilidad hasta problemas de sueño. Según Cindy Villalón, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad UNIACC, es común que los niños experimenten un aumento en la emocionalidad, lo que puede manifestarse en llantos más frecuentes y cambios de humor. Estos síntomas son especialmente notables en los menores que ya enfrentan desafíos emocionales o de comportamiento.
Uno de los efectos más preocupantes del cambio de hora es la dificultad para dormir. Muchos niños pueden tener problemas para conciliar el sueño o pueden despertarse durante la noche, lo que afecta su descanso y, en consecuencia, su rendimiento escolar. Villalón señala que la falta de sueño puede impactar negativamente en la concentración y el aprendizaje, lo que es fundamental en la etapa escolar.
Los padres deben estar atentos a estos cambios y observar el comportamiento de sus hijos. Si bien es normal que algunos niños se sientan un poco desorientados tras el cambio, es crucial prestar atención a la duración y la intensidad de estos síntomas. Si los problemas persisten durante más de una o dos semanas, se recomienda buscar la ayuda de un especialista en salud mental infantil.
**Estrategias para Facilitar la Transición**
Para ayudar a los niños a adaptarse al cambio de hora, es esencial implementar estrategias que faciliten la transición. Villalón sugiere que los padres realicen ajustes graduales en las rutinas de sueño y alimentación. Por ejemplo, se puede modificar el horario de dormir y de las comidas en intervalos de 5 a 15 minutos cada día, en lugar de hacer un cambio abrupto. Este enfoque gradual puede ayudar a los niños a adaptarse sin experimentar crisis emocionales.
Además, mantener hábitos saludables es fundamental. Promover el ejercicio físico regular, asegurar una buena hidratación y ofrecer una alimentación balanceada son aspectos que pueden contribuir a un mejor bienestar emocional y físico. Los padres también deben fomentar un ambiente tranquilo y relajante en el hogar, especialmente durante la noche, para facilitar el sueño de los niños.
Es importante recordar que los niños con neurodivergencias, como aquellos dentro del espectro autista, requieren una atención especial durante estos cambios. Para ellos, las rutinas son cruciales, y cualquier alteración debe manejarse con cuidado. La comunicación abierta con los niños sobre lo que está sucediendo y la preparación para el cambio puede ayudar a reducir la ansiedad que puedan sentir.
Los padres pueden involucrar a sus hijos en el proceso de ajuste, explicándoles por qué se realiza el cambio de hora y cómo pueden ayudar a su cuerpo a adaptarse. Esto no solo les proporciona un sentido de control, sino que también les enseña a manejar cambios en su entorno de manera más efectiva.
**Observando el Comportamiento**
Es fundamental que los padres se mantengan alerta a cualquier cambio en el comportamiento de sus hijos. La irritabilidad, el llanto excesivo y las dificultades para dormir son señales que no deben pasarse por alto. Si estos síntomas se vuelven persistentes, es recomendable buscar la orientación de un profesional de la salud mental. La intervención temprana puede ser clave para prevenir problemas más serios en el futuro.
En resumen, el cambio de hora puede tener un impacto significativo en la salud emocional y física de los niños. Sin embargo, con la preparación adecuada y la implementación de estrategias efectivas, los padres pueden ayudar a sus hijos a navegar este cambio de manera más suave. La clave está en la observación, la comunicación y el ajuste gradual de las rutinas, asegurando así que el bienestar de los niños se mantenga en el centro de atención durante esta transición.