El 19 de octubre de 2025, Bolivia vivió una jornada electoral que marcará un antes y un después en su historia política. Rodrigo Paz Pereira, candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC), se alzó con la victoria en la segunda vuelta presidencial, obteniendo un 54,57% de los votos frente a su rival Tuto Quiroga, quien alcanzó el 45,43%. Este resultado no solo refleja el cambio en la dirección política del país, sino que también pone de manifiesto la influencia del voto evismo, un fenómeno que ha sido clave en la reciente contienda electoral.
La importancia del occidente boliviano, especialmente de regiones como La Paz y Cochabamba, fue fundamental para el triunfo de Paz. Los medios locales han destacado cómo el occidente hizo sentir su peso en las urnas, consolidando su papel como un eje determinante en la política nacional. Con más del 97% de las actas computadas, el apoyo a Paz fue contundente en departamentos como Chuquisaca (53,52%), La Paz (65,65%), Cochabamba (61,12%), Oruro (59,58%), Potosí (62,99%) y Pando (54,81%). En contraste, Quiroga solo logró victorias en Tarija (50,38%), Santa Cruz (61,76%) y Beni (54,15%).
El análisis de la situación electoral revela que el voto del occidente no solo se tradujo en un respaldo a Paz, sino que también fue un rechazo a la propuesta de Quiroga, quien intentó consolidar su apoyo en el oriente del país. Su campaña, marcada por el miedo y la exclusión, no logró penetrar en la región andina, donde los votantes optaron por una alternativa que prometía inclusión y desarrollo. Este cambio de rumbo se puede atribuir en gran medida a la estrategia de Paz, quien logró captar el apoyo de aquellos que anteriormente habían votado por el Movimiento al Socialismo (MAS).
La figura de Evo Morales, ex presidente de Bolivia, también jugó un papel crucial en este proceso. Aunque Morales no pudo postularse debido a restricciones legales, su influencia se hizo sentir en la elección. Morales había promovido el voto nulo en la primera vuelta, pero en la segunda, dejó en libertad a sus votantes, lo que resultó en un apoyo significativo para Paz. Se estima que un 80% de los votos nulos de la primera vuelta se inclinaron hacia el candidato del PDC, lo que fue un factor decisivo en su victoria. Morales, en sus declaraciones, subrayó que el triunfo de Paz y su compañero de fórmula Edmand Lara fue un reflejo del descontento popular hacia el establishment político y una respuesta a la exclusión que muchos sectores habían sentido en los últimos años.
La estrategia de Paz de promover un «capitalismo para todos» resonó especialmente en un nuevo segmento de la población indígena que, a pesar de su origen, busca mejorar su situación económica y social. Este enfoque ha permitido que Paz se conecte con una nueva burguesía aimara, compuesta por universitarios, empresarios y comerciantes que buscan oportunidades de desarrollo. La promesa de eliminar las barreras que impiden su crecimiento ha sido un atractivo poderoso en su campaña.
Por otro lado, el discurso de Quiroga, que se centró en la idea de que votar por Paz equivalía a votar por el MAS, no tuvo el efecto deseado. A pesar de que las encuestas iniciales lo posicionaban como favorito, la realidad en las urnas demostró que había un voto oculto a favor de Paz, que no se reflejaba en las encuestas. Esto ha llevado a una reevaluación de las estrategias de campaña y a una reflexión sobre la dinámica del electorado boliviano.
La jornada electoral del 19 de octubre no solo fue un triunfo para Rodrigo Paz, sino que también representa un cambio en la narrativa política de Bolivia. La victoria fue vista como un mandato del pueblo, que busca un gobierno que no solo respete los logros sociales alcanzados en años anteriores, sino que también promueva la inclusión y el desarrollo sostenible. Morales, en sus declaraciones posteriores a la elección, enfatizó que el voto no era un cheque en blanco, sino un llamado a la responsabilidad y a la consulta con el pueblo en la toma de decisiones.
En este contexto, el futuro de Bolivia se presenta incierto pero lleno de posibilidades. La nueva administración de Paz deberá enfrentar desafíos significativos, desde la reconciliación de las diferentes regiones del país hasta la implementación de políticas que respondan a las demandas de un electorado diverso. La forma en que el nuevo presidente aborde estos temas será crucial para determinar el rumbo político y social de Bolivia en los próximos años.