Las elecciones parlamentarias en Noruega, que se llevarán a cabo el próximo lunes, están generando un gran interés tanto a nivel nacional como internacional. Con una población de aproximadamente cuatro millones de votantes, Noruega, un miembro fundador de la OTAN, se enfrenta a una serie de desafíos que podrían influir en su futuro político y económico. Los temas centrales de esta contienda electoral incluyen el costo de la vida, el impuesto al patrimonio y la gestión de los servicios públicos, todos ellos cuestiones que han capturado la atención de los ciudadanos noruegos y que podrían tener repercusiones en el suministro de energía y electricidad en Europa.
La situación política en Noruega es compleja, con al menos nueve partidos en la contienda, aunque solo tres de ellos tienen posibilidades reales de formar un gobierno. Según las encuestas, los partidos de centroizquierda, que incluyen al Partido Laborista, la Izquierda Socialista, los Comunistas, el Partido de Centro y los Verdes, podrían obtener 87 escaños, lo que les dejaría a solo dos de alcanzar la mayoría necesaria en el Storting, el parlamento noruego. En comparación, en las elecciones de 2021, este bloque había conseguido 100 escaños.
El actual primer ministro, Jonas Gahr Støre, del Partido Laborista, ha estado en el poder desde 2021 y ha tenido que depender del apoyo de otros partidos para implementar su agenda. Sin embargo, las encuestas sugieren que podría necesitar ampliar su coalición para incluir a los Comunistas y a los Verdes, quienes han expresado demandas más estrictas en relación con la exploración de petróleo y gas, así como un aumento en los impuestos a los más ricos. Esta situación ha llevado a algunos analistas a prever que, aunque Støre podría ser reelegido, su gobierno podría ser una coalición diversa y potencialmente inestable.
Por otro lado, los partidos de centroderecha, como el Partido del Progreso y el Partido Conservador, están en camino de ganar los 81 escaños restantes. Sin embargo, la diferencia en las encuestas entre los bloques de izquierda y derecha es estrecha, lo que sugiere que el resultado final podría ser incierto. Los conservadores, liderados por la ex primera ministra Erna Solberg, han hecho campaña a favor de la reforma del sector público y la eliminación del impuesto al patrimonio, que ha sido un tema polémico en la campaña electoral.
El impuesto al patrimonio, que se aplica a los noruegos con activos superiores a 1,76 millones de coronas noruegas (aproximadamente 175,000 dólares), ha generado un debate intenso. Muchos noruegos adinerados han optado por abandonar el país en los últimos años, trasladándose a lugares como Suiza, en busca de un entorno fiscal más favorable. La economista Mathilde Fasting, miembro de un think tank de centroderecha, ha señalado que este impuesto se ha convertido en un símbolo de las tensiones económicas en Noruega, y su abolición es un tema recurrente en la discusión política.
La política exterior también ha tenido un papel destacado en esta campaña electoral. La reciente decisión del fondo soberano de riqueza de Noruega, que es el más grande del mundo, de cancelar inversiones en varias compañías israelíes debido a supuestas violaciones de derechos humanos, ha generado controversia y ha influido en la percepción pública sobre la política exterior del país. Nicolai Tangen, el director ejecutivo del fondo, ha descrito esta situación como su «peor crisis», lo que refleja la complejidad de las decisiones que enfrenta Noruega en el ámbito internacional.
El sistema político noruego, que se basa en la representación proporcional, hace que sea difícil para un solo partido gobernar en solitario. Para formar una mayoría en el Storting, se requieren al menos 85 escaños, lo que ha llevado a la formación de coaliciones en el pasado. El Partido Laborista, que formó un gobierno minoritario con el Partido del Centro tras las elecciones de 2021, vio cómo esta coalición se desmoronó en enero debido a desacuerdos sobre políticas energéticas.
A medida que se acerca el día de las elecciones, los votantes noruegos se enfrentan a una decisión crucial que no solo afectará su futuro inmediato, sino que también tendrá implicaciones para la política europea en general. Con el costo de la vida en aumento y la presión sobre los servicios públicos, los ciudadanos están buscando respuestas y soluciones que puedan abordar sus preocupaciones. La incertidumbre sobre el resultado electoral y la posibilidad de una coalición inestable añaden un nivel adicional de tensión a esta ya compleja situación política.
En resumen, las elecciones parlamentarias de Noruega de 2025 se presentan como un momento decisivo para el país, con temas económicos y sociales que están en el centro del debate. La capacidad de los partidos para formar una coalición efectiva y abordar las preocupaciones de los votantes será fundamental para el futuro político y económico de Noruega.